ARMÓNICOS DE UN CONCEPTO (10)

Balcón del Mediterráneo

A partir de ahora consideraré, en lo que voy pensando y escribiendo, la posibilidad de algún que otro lector de eso mismo. Así pues iré delineando, mal que bien, palabras en primera persona del plural; es decir, como si nos hablásemos; no ya yo sino que nosotros, y ello de alguna manera. 

Así recuerdo de aquellos grises libros del muy lejano bachillerato: la primera persona gramatical, quien habla o quien dice; la segunda, a quien se habla o a quien dice; la tercera, de quien se dice o habla. Dado el silencio de toda palabra escrita, no nos quedará otro remedio que escuchar, yo lo que pueda pensar y escribir, vosotros lo que podais leer y querais pensar. 

Nuestra segunda persona, singular a más no poder, será el silencio. No un silencio cualquiera, sino aquel que corresponde a la íntima reflexión personal; o sea uno de muy particular, creo yo que escasamente ejercitado. Reflexión personal con ese tu silenciado, acallado, que cada cual lleva consigo. Ese otro que, debidamente atendido, tanto nos facilitaría la labor para mejor entender y comprender, de manera inteligente y acogedora, a los otros, a los otros tan distintos (como son o puedan ser) de cada cual. 

Esa reflexiva atención -que únicamente uno mismo puede llevar a cabo sin intermediario alguno en algún momento u otro habiendo escuchado alguna que otra voz, distintas de la propia- esa atención creo que es la que nos permitiría entonar un mucho mejor, y de mucho mayor alcance, vosotros -y que hasta por ellos podría ser escuchada-; que normalmente tiene, esa nuestra voz a otros referida, un radio mínimo, demasiado mínimo que no suele ir más allá de los nuestros y de lo nuestro.

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