PREFERIBLE LA EXCÉNTRICA

Empecemos por no imaginar nada. O lo menos posible alrededor de unos hechos. 

Un grupo de jóvenes con síndrome de Dawn intentan acceder a un pub. En dos ocasiones sucesivas. A una por semana. Se les prohíbe la entrada, una y otra vez. En una de ellas con la escusa que allí se celebraba una fiesta privada. Al parecer, según la noticia, el ajuste era de cuentas. En fin me explico, parece que alguien del local "argumentó" que con tal clientela, la otra, de clientela, abandonaba o abandonaría el local. 

Los hechos fueron denunciados y las disculpas sucedieron reconociendo, la gerencia del local, no otra cosa que un error.

Empecemos a imaginar un poquito. Que sin mediar denuncia alguna, por aquello del pensar a tiempo se hubiera percibido el error -digamos así nosotros también- anticipadamente, haciéndolo evitable y finalmente efectivamente evitado. Pongamos, pero, que el pensamiento no alcanzara tan lejos y de manera tan inmediata al ver a aquellos muchachos. Quizás una pequeña persistencia más en tal empeño de pensar por sí mismo y ¡zas!, la luz. La luz de otras cuentas en las que caer: Mismísimo derecho a todo mortal viviente y humano a pasar un rato de los que en un pub se suelen pasar.

Subamos un poco más el volumen de nuestra imaginación, no demasiado, no sea que alguien despierte de su particular sueño ptolemaico contra su voluntad y empiece a girar no ya alrededor de si mismo o de los suyos sino que también alrededor del cálido Sol de los Derechos Humanos que a todos caldea por igual. Supongamos más. Que ya no media ni denuncia, ni tan siquiera pensamiento alguno. Que uno ya, al fin, se ha hecho pleno cargo de si mismo y se halla a sí fuera del estúpido círculo de la normalidad caprichosa y arbitraria a más no poder (tú con tal o cual síndrome aquí no entras), y se siente estimando sin distinción alguna por igual a toda diferencia y a todo diferente que se le presente. .

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