ARMÓNICOS DE UN CONCEPTO (14)


Hemos -apreciado posible lector- privilegiado, de todos nuestros sentidos, el del oído. Percibimos, de un concepto de vital importancia, algunos de sus armónicos surcando un mar, modesto y interior más bien, de palabras. Vamos orillando el litoral. Nos hemos esforzado en no atender a los cantos de sirenas que han pretendido desvariar nuestra atención. 

Atisbamos ahora el puerto, el final del trayecto; final que no ha de ser otro que el principio, un principio de tierra firme, este: Su [de la Democracia] principio no es de igualdad sino de igualdad de derechos para que cada quién sea diferente. Y quien dice "cada quien" bien podría decir -así digo yo entre muchos- también "cada pueblo" o cada quien que se sienta en una más o menos amplia, pretérita y futura colectividad. I condición pero que no se quiera sacrificar aquello que nos hace distintos i diversos, que ello es así en cada cual en particular y en todos en general.


 
Me recuerdo de niño en la arena de una playa habiendo hallado una caracola de mar de considerable tamaño. En el recuerdo también consta la voz de alguien igual y a la vez distinta, la voz de una niña que me decía: Si la acercas a la oreja lo más que puedas oirás, lejanas, las olas de alta mar. Todo el oleaje de este mar aquí tan sereno. Eso hice y así fue.

Nosotros, no ya solo por la poderosa imaginación sino que más bien por el deseo de lo mejor, hemos encontrado, procedente de los mares diversos de los lenguajes, esta caracola que al acercárnosla a una u otra oreja hemos podido escuchar lo que en ella no está escrito: Su principio no es de igualdad sino de igualdad de derechos (¡HUMANOS!) para que cada quién sea diferente...

Sí, estos derechos, a menudo silenciados ya que se les dice de todos modos: fundamentales incluso constitucionales(por ser los inspiradores de toda constitución), civiles, políticos, sociales etc. Se les dice de muchas maneras o se les silencia a ser posible del todo. Cualquier cosa, a menudo, menos decirlos humanos, que son los tuyos y los míos, los nuestros y los vuestros por igual. Que son no ya todo nuestro oleaje de los mejores deseos sino que más bien podrían llegar a ser nuestra común fuerza motriz. Sé que ello esta muy lejos de ser el caso. Los vamos a atender un poco. Atenderemos mucho más a su espíritu que a su letra, tal como conviene según principio de toda legitimidad humana. 

Pertenece al fondo de nuestra cultura a compartida -por tanto que no tanto y solo nuestro, el principio, ni tanto ni solo nuestra, la cultura; sino que de cualquiera que mediante los vasos comunicantes del diálogo, así lo quiera para sí libremente-, pertenece al humano diverso y a la diversa humanidad lo que sigue: La letra (el legalismo) puede matar y aquello capaz de vivificar se le puede llamar espíritu; la letra mata, el espíritu vivifica, creo recordar que se dijo... y parece ser atinado.

Atenderemos, pues, brevemente (?) a los Derechos Humanos, nuestra tierra firme si así y eso se quiere. A su espíritu, su razón, histórica, de ser. Que bien podrían ser nuestro fondo común, el de la dignidad.


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