ADOCTRINAR (XLVIII)
A lo que las cosas son se puede arribar por lo que parecen ser. Al más mínimo giro que damos a contracorriente percibimos no pocos pareceres. Giros de vueltas a uno mismo, que esa es la contracorriente, lo percibido son una buena muestra de pareceres comunes. Y unos de muy especiales, por cierto. Pero con o sin mi permiso, por virtud de habitar en mi esos pareceres, he de admitir que son más míos que de cualquier otro que no sea yo, independientemente de que él también los tenga, muy parecidos sino iguales. Tal vez no les haya dado yo cabida conscientemente, por yacer ahí, en mí, antes de tiempo. Del tiempo en que yo haya podido, y querido, discriminar entre pareceres para concederles a algunos el carácter, y trato, de propios por hacérmelos míos, algo de mí, míos. No obstante tanto si propios como si impropios, aquí están, iterpelándome porque así yo, un interlocutor válido de mí mismo, lo quiero. A los prejuicios , estrictamente a los míos, me estoy refiriendo. Todos ellos tienen un...