ADOCTRINAR XLV






Desde la última jugada hasta el presente, J, P y yo hemos intentado reanudar varias veces la siguiente. A pesar pero de lo pretendido esos intentos se disolvían en comentarios establecidos entre J y P, que llegaban a mis oídos no de otra manera que en forma de susurros indescifrables. Hasta que ahora P ha dispuesto pronunciarse: Nada de todo lo que hemos insinuado en las anteriores jugadas P y yo, tendría sentido si la libertad fuese. A lo que yo respondo coincidente al menos en el término medio de la cuestión: Ni nada de lo declarado por mí en todas las jugadas pretéritas tendría sentido a no ser por la libertad y la posibilidad. De manera que todas las cartas jugadas están en si la libertad es o no es, y considerada ésta no necesariamente de por sí. La libertad es un hacer, mejor un quehacer caso de querer hacerla y es, simultáneamente, no extirpar a otros su posibilidad; sí, acaso, ponerla, en su defecto, a su alcance. Esas dos cosas solo, cara a los demás: Poner, si por otros extirpada o restringida, al alcance de segundos; ponerla y no hacer por imposibilitarla. Ni poner la mía, ni mucho menos imponerla, acercarla tan solo si ella ya es vivida por el acercador. Que otro por sí mismo, si quiere, la despierte, pues ésta, la libertad, cada cual la tiene o al menos puede considerarse que la tiene de por sí (equiparable es a la dignidad).





Yo juego con tal comodín, el de la libertad, que me reservo en todo momento. Desconozco realmente cual es el comodín respectivo de J y P. Pero todos jugamos con la misma baraja, la de las posibilidades. Ellos mantienen respectivamente la posibilidad que todos estamos adoctrinados y poderosamente manipulados, que nadie es libre de ello, de esa doble condición tan condicionante que hace trizas la posible capacidad de hacenos convicciones; y yo mantengo la posibilidad por sí misma y por tanto la posibilidad de poder ser libres de tales condicionantes de tan extrema gravedad.





Estamos jugando en términos absolutos y también relativos. J considera que todos, absolutamente todos, somos, de una u otra manera, adoctrinados. P, que todos, absolutamente todos, estamos y por tanto somos manipulados. Entre estos dos extremos del todo abarcadores hemos interpuesto un término mediador con el -aquello que refiere- que tanto podemos detectar a adoctrinados como a manipulados. Me refiero al término convicción,a lo que éste pueda connotar. El fascista, pongamos por caso, más recalcitrante siente tener grandes y diversas convicciones, lo mismo ocurre con el no tan recalcitrante en apariencia (en fin, aquello de las buenas maneras que tanto y tanto pueden llegar a encubrir). Sumamante convincente, pletórico de convicciones de toda índole, puede resultar ser el más y mejor de los manipulados ejerciendo magistralmente la manipulación a diestro y a siniestro.Y además, en ambos casos, el doctrinario adoctrinado y el manipulador manipulado, sin tener, tales respectivos desinteresados de sí, conocimiento ni sentimiento alguno de ser, uno, un recalcitrante adoctrinado y, el otro, un manipulador manipulado. De manera que con ese término medio connotado con el sustantivo convicción podemos atender, escuchar si ponemos oído, tanto a convencidos en un sentido (el de adoctrinar o el de manipular) como a convencidos capaces de formarse por sí mismos, individual y grupalmente, convicciones propias o propiamente elaboradas por uno mismo, interviniendo libremente, y en lo posible, en primera persona en cuanto ha sido inculcado para cribarlo, para no confundir el grano con la paja y así poderlo separar, sin programa informático o de cualquiera índole, ni maquinaria que lo haga en mi lugar, solo, eso sí, con el propio pensar. En nuestro caso, no confundir fines y medios. Ambos valiosos, si precisamente no son confundidos. Atribuyendo, en tal confusión, a los medios el valor de fines y a los fines el menosprecio de medios. Siendo cada cual (yo, tú, él...) fin en sí mismo. Sujetos de, y a, dignidad.





Así que la diferencia entre convicciones la tenemos en la propia, personal, intervención, libre, con iniciativa propia. En unas convicciones habrán tenido acto de presencia propia y personal la libertad y en otras “convicciones” la más mínima libertad, esa que pertenece al propio quehacer consciente, habrá quedado desierta y aún, tal vez, extirpada de raíz, es decir, ya desde la más tierna infancia; de tal manera que ni tan siquiera su ausencia, la de la libertad propia, se deje ya sentir.





Convicción ha sido, pues, nuestro término relativo a todo extremo (adoctrinar, manipular) tanto como a libertad, eso con lo que somos capaces de desarrollar, entre otras, nuestra capacidad de formarnos conscientemente y en primera persona convicciones.






https://youtu.be/OI8zUgR8czI

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