ADOCTRINAR (III)




Estábamos por considerar, de las tres cartas en juego y de la diversidad de palos de nuestra baraja, sus correspondientes reversos. Es decir aquello que, a causa de tener unas caras tan patentes, nos queda, a primera vista, oculta la otra faz. Y estábamos por pegar nuestro oído -para el libre pensamiento es mucho mejor que la vista- a lo que en una cita -de Hannah Arendt- presumo que es casi inaudible.

De nuevo la cita: El objetivo de la educación totalitaria no ha sido nunca inculcar convicciones, sino destruir la capacidad de formárnoslas.

Aquí aparece una palabra clave para el asunto que, de querer, nos ocupa: ¿Qué será la cosa esa de adoctrinar?. Clave que a mi me suena como muy cercana (sino sinónima) del verbo al que andamos buscando su concepto, o más bien su posible, o ya real, concepción de lo que sea adoctrinar en cada cual. Quedamos pues, provisionalmente, que adoctrinar e inculcar son sinónimos o cuasi.

Recurramos al diccionario.

Inculcar: 1. tr. Apretar con fuerza algo contra otra cosa. U. t. c. prnl.
2. tr. Repetir con empeño muchas veces algo a alguien.
3. tr. Infundir con ahínco en el ánimo de alguien una idea, un concepto, etc.
4. tr. Impr. Juntar demasiado unas letras con otras.
5. prnl. p. us. Afirmarse u obstinarse en lo que se siente o se prefiere.
Real Academia Española


Practiquemos un breve análisis deslizándonos por las cinco de sus acepciones. Primero la referida al mundo más bien físico: Apretar con fuerza algo contra algo. Transfirámosla más bien a nuestro sentir: Aprieto de alguna manera y por alguien o algunos forzando algo o a algo. Segunda referencia, la de la reiteración, siempre lindante con algunas maneras más bien mecánicas de nuestro comportamiento, especialmente en nuestras relaciones humanas, solo que nosotros solemos hacerlo con empeño, mientras que en toda otra clase de mecanismos (en nada humanos) las repeticiones acontecen sin conciencia (conocimiento) alguna; entre nosotros también la vacía mecánica de la repetición se da y acaba, si es que no empieza, siendo sin conocimiento alguno aunque sí con alguna nada clara intencionalidad sobre el otro o, más ampliamente, a veces contra los demás. Acepción siguiente, la que puede referirse a lo más interno nuestro, el ánimo; que puede ser infundado en algo y para algo (idea, concepto, emoción...) por alguien, que es quien infunda, con casi nula intervención inteligente de mí mismo (es decir con escaso conocimiento de mi mismo). Cuarta, de las acepciones: La del exceso en juntar, referido tan solo a las letras cuyas inculcaciones y que muy poco distanciadas entre sí, dificultarían enormemente la lectura comprensiva de los textos. Y la última, la que percibe estar, y puede negarlo y renegarlo a la vez, a un paso del inmovilismo; el peor de ellos, me parece a mi, el autoinfligido; aunque así mismo esta misma acepción también puede hacernos gala de lo mejor de nosotros. Nos deja, si escuchamos lo referido por ella, en la ambigüedad (o afirmarnos o obstinarnos), que bien puede ser terreno propicio para nuestra libre determinación (o una cosa o la otra); mejor dicho, autodeterminación. En esta última acepción brilla por su ausencia el pensamiento, del cual sentimientos y preferencias quedan sin provisión. Y en su lugar, en el lugar del pensamiento propio, en su enorme vació, en su ausencia, nos puede sobrevenir, indomable, la obstinación, que sin la linterna propia del pensamiento es capaz de las mayores calamidades.


Exprimamos: Fuerza (mejor, sutil forcejeo), aprieto, repetición o transmisión mecánica como si de objetos se nos tratase, aprieto dificultoso ejercido contra la comprensión, inmovilismo, interna pasividad... ¿No son estas, disonancias, notas, atributos, ecos de adoctrinar?


Sugiero que, provisionalmente, tomemos a esta palabra verbal (inculcar) no ya como clave para nuestras jugadas sino que más aún como criterio común distintivo aplicable a nuestras partidas en futuras jornadas de nuestro juego. Formulémoslo así: Cuanto por y a causa de inculcación tenga como saber de algo, incluso como firme convicción, cae bajo la sospecha de haber sido yo adoctrinado en mucha o en poca medida, según yo me haya dejado, en mi conformismo (interna inmovilidad), inculcar.


Volveré una y otra vez sobre la cita, por ahora tan solo dedicada al verbo inculcar. Siempre viene bien en las largas jugadas conseguir y dejar sobre la mesa una buena jarra llena de buen mosto, y creo que aquella cita lo contiene. La exprimeremos lo más que nos sea posible.


[youtube https://www.youtube.com/watch?v=oFkZXec3tlE]

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

BENEFICIOS (8)

BENEFICIOS (7)

ADOCTRINAR XXIX