SEANOS UN PAR, DE DOS CADA PAR ( y IX)
Luz de Luna y hogar en la Zarza
Imagino
varías categorías de acontecimientos: actuales y pretéritos. En
unos y otros estarían los que manifiestan una suma de voluntades,
suficientes como para poder ser consideradas como acontecimiento. Y
como he querido referirme a la distinción humana, es decir a aquello
que a cada cual distingue, los acontecimientos a los que me he
querido referir son aquellos en los que podemos sentir una muy
profunda (confusa y emocional, visceral se puede decir) disensión,
disensión sentida precisamente en medio de este tipo de
acontecimientos, el de las voluntades que ponen de manifiesto muy
claramente nuestro común principio de distinción.
No
hay dos personas que sean iguales; pero ésta, la distinción, puede
estar muy encubierta por capas y más capas en las que nos
homogeneizamos y así nos ignoramos en lo que de distinto somos cada
quien. Sin embargo a nadie se le escapa las distinciones secundarias
de la irreductible, donde puede tener su sede la dignidad. A nadie se
le escapa los muy distintos estilos personales de vida y de ser
(maneras, perspectivas, orientaciones personales, gustos...) que
componen nuestro mosaico social, en el que vivimos y generalmente
maduramos aprendiendo y desarrollándonos hasta el fin particular de
cada cual. Tal vez más se nos escabulle la irreductible distinción,
irreductible a todo igualitarismo (político o religioso).
Parece,
pero que este mosaico tiene sus limitaciones, que no son otras, o al
menos a éstas quiero referirme, que las que acontecen a causa de lo
incrustado de manera acrítica, sumisamente o distraídamente
aceptado en el corazón de cada cual y que nos limita (encorseta,
atenaza...), a veces estallando, tales estrechuras, desde el corazón
cuyas razones ha querido ignorar, estallando en diversas
manifestaciones de violencia, algunas de gran sutileza... que ni tan
siquiera violencia podría decírsele, aunque sí se podría por sus
efectos silenciosa y calladamente devastadores.
Tales
acontecimientos de distinción (de los que ya puse algunos ejemplos
concretos), esos que remueven y ponen en vilo nuestras acalladas y
personales disensiones y humanas distinciones que nos habitan y que
llevamos incorporadas, esa congénita distinción que nos va
caracterizando a lo largo de la vida, esas distinciones propias por y
en las que o bien podemos resquebrajarnos o poner en juego nuestra
libertad, nuestro abierto deseo voluntarioso de ser, de ese que
quiere progresar (no regresar o querer retornar siempre en lo
mismo)... a estos acontecimientos de distinción y de disensión yo
los puedo imaginar como si fueran una especie de tornasol:
ponen de manifiesto nuestro propio estado de madurez o de deseo de
tal. Tienen la propiedad de producir reflejos distintos según
incidan en un estado u otro de nuestro personal desarrollo. Sí, ese
desarrollo que mediante cuanto en la sociedad hemos ido hallando y
digiriendo y que hemos querido más o menos, yde una o de otra
manera.
A
ese acontecimiento (de entre los que puse como ejemplos) que me ronda
por la cabeza se le puede identificar fácilmente por el
sustantivo independentismo (espurgándolo
de toda malintencionada manipulación al respecto).
Pues
bien, para concluir, la pareja A/B encontró, creo que de manera no
reconocida por ellos mismos, en tal acontecimiento la ocasión ni que
pintada para, prosiguiendo cada cual en su distinción, actualizar su
enemistad y separación; cuentan que no sin episodios de agrias
disputas. El par C/D, no sin acusadas y muy internas dificultades y
discusiones y manteniendo ambos sus propias distinciones... C/D,
decía, encontró ocasión, incidiendo el mismo tornasol del
independentismo, para el progresar y ahondar de su relación en la
que permanecieron, según se cuenta, distintos en sus sentires pero
relacionados en el querer conocimiento de esa categoría inabarcable
y siempre distinta al que hemos puesto el sustantivo de persona.
Ambos
pares, A/B-C/D, practicaron y pusieron en juego las posibilidades de
sus quereres. Son , aún ahora, libres en lo posible.
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