ADOCTRINAR (X)


¿Estuvo mi anterior jugada a la altura de lo cuestionado por el radical escepticismo de mi buen amigo J, siendo la que sigue su mejor carta: Nada que no se nos haya inculcado por los cauces del adoctrinamiento (o adoctrinado por los cauces de la inculcación) tenemos aprehendido, es decir encarnado y hecho cuasi institnto (costumbre inconsciente) en nuestros pensamientos, en nuestras ideas, en nuestros sentimientos, en nuestras pasiones, en nuestras relaciones y en nuestras acciones tanto las actuadas que ya han sido y las que serán y aún las omitidas o las abortadas? ¿Hubo en aquella jugada alguna respuesta a ése tan tremendo cuestionamiento, hecho desde una posición que posiblemente apunte verdaderamente al centro del asunto, ése en que no hay quien se libre de ser adoctrinado? 

Considero que sí. Hubo un responder y una respuesta de carácter topológico. Una panorámica con sus delimitaciones y demarcaciones. Contornos cuya mejor palabra, si pensar queremos, es la de criterio. Ese término, el de criterio, que al germinar fértil da, copioso, ese tan cacareado a la vez que ignorado, espíritu crítico que siempre aparece, solo las palabras, en las reformas educativas y que luego luce por su ausencia en los centros, hogares y habitáculos educativos (en fin, en la sociedad), al menos en no pocos casos, me parece a mi... y cuya desertización crítica (ausencia de criterios) del tal espíritu es el terreno profundamente abonado para cualquier viento y marea, y aún agradable brisa y balanceo, portador todo ello del variopinto polen doctrinario que luego fertiliza de manera inadvertida al primer descuido).


¿Una respuesta de aspecto topográfico? ¿Con sus demarcaciones, hechas de lindes a base del sensible material de los criterios? Sí, una especie de plano cuya línea principal delimita a un lado la imposibilidad y al otro tan solo la posibilidad, referido todo a la noción que hemos puesto en juego, la de adoctrinar.

Lineas divisorias que se hallan entre la extemporaneidad y la oportunidad; entre el reduccionismo (simpleza) y complejidad (abertura y percepción de posibilidades, pues no nos formamos en fragmentos y mucho menos aún sobre la base de una sola o predominante pieza, la crematística. Más bien nos caracteriza esa otra clase de riqueza que podemos reconocer, de estar atentos y abiertos, en nuestra propia complejidad humana, la ajena no menos que la propia: en ese a veces enjambre, a veces miel, a veces armonía, a veces zumbido, a veces hiel, a veces colmena sin ventilación, a veces aire más bien puro pero sobretodo algo más libre... en fin eso que somos y podemos agavillar en la palabra persona; línia entre la univocidad (no hay más razón que una) y la distinta diversidad de razones y pareceres.

La carta que yo pongo ahora sobre el tapete muestra el enverso de la imposibilidad y el reverso de la posibilidad. Esas dos caras. 

Imposible no hallarse colmado y desbordante de adoctrinamiento en una formación extemporánea e inoportuna (esa enseñanza a destiempo), forzada (aquel forcejeo impositivo o tal vez sutil-seductor, no importa), impuesta e impuesta a destiempo. No importa que el contenido de la formación sea regresivo o progresivo, si no hay la oportunidad que sean mis propias elaboraciones las que hallen la oportunidad y formarme yo las oportunas convicciones a hacerme, y a hacerme de esta manera con ellas; y ello aún, diría yo, antes del nacimiento (en la cuna ya es nuestra oportunidad de ser), ya en la gestación, sino antes. 

Imposible no zozobrar y quedar ahogado en vida en un océano de prejuicios doctrinarios (todos lo son) en el campo tan extenso de la univocidad (tu solo eres producto para producir consumo) por excelsa o millonaria que aquella sea (no hay razón alguna todo son sensaciones o bien lo contrario, no hay más razón que una, se puede oír decir fácilmente cuando no experimentar en determinados ambientes y en propia carne).

Y mi carta tiene también este reverso, el de la posibilidad. Posible y fácil es no hallar adoctrinamiento en la oportunidad de la enseñanza y por ende del aprendizaje (a tiempo). Aprender a ser oportuno y atento a las posibilidades formativas ajenas no menos que a las propias. No hay reminiscencia alguna pero innatamente tendemos al desarrollo (“El ser humano desea por naturaleza saber”, afirmaba Aristóteles... la cuestión es qué saber pero no menos que como lo sabemos); también posiblemente desarrollo en el sentido de ser mejores personas (¿por qué no habría de ser éste el mejor sentido de nuestro desarrollo descubriendo que cosa sea eso de ser mejor persona?). Posibilidad, en el reverso de mi carta, de no adoctrinar frente a y en lo muy diversos y distintos que somos (ya podemos percibir eso con claridad suficiente en uno mismo, en primera persona, si es que no emprendemos rutinariamente la huida día tras día; ya podemos notar, y anotar para lo mejor posible, si queremos, esa diversidad en nuestros propios sentimientos , en nuestras propias emociones, en nuestras propias contradicciones ahí dispuestas a recibir cierta claridad si ello se desea. Y, en la otra cara de mi naipe que ahora estamos viendo, progresiva exención de adoctrinamiento al no reducir , y tergiversar, toda finalidad humana y personal (que no es otra que la propia persona particular y la propia humanidad en toda su amplia gama) a únicamente mero medio de utilización, para fines escasamente humanos (aunque en cierto sentido, por todos sabido, de muy elevados beneficios ... de solo un tipo) cuando no extrahumanos.


Hecha la revisión de mi jugada, con resultados  no demasiado satisfactorios, convendrá tal vez poner sobre la mesa un mejor ejemplo que el de la ensenñanza/aprendizaje doctrinaria de las cuatro operaciones básicas de la anterior jornada.

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=GXwBdwdFKoQ]

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