ADOCTRINAR (XI)


Quedó pendiente mostrar la carta de un ejemplo tal vez más sustancioso que el del adoctrinamiento aquél aún en la enseñanza de las cuatro operaciones aritméticas básicas, tomadas anteriormente como ejemplo. 

Carta la de ahora que extraigo de un reportaje televisivo -éste serio y nutricio-. El tema era el autismo y también una particularidad de él, el no sé si muy bien dicho síndrome de Asperger. En este programa, situaciones y aspectos reales -de ninguna manera a modo de un repugnante reality chou- entorno a la serie de estas características que conforman aspectos del autismo, y, dicho sea de paso, tan humanas como cualesquiera otras, ni más ni menos. En él, a modo de pequeñas entrevistas esparcidas junto a comentarios de buenos, es decir experimentados conocedores del tema, aparecía una familia con un hijo de aquellas característica. A través de los intermitentes y significativos comentarios de los jóvenes madre y padre se podía reseguir la positiva evolución, querida, buscada y experimentada, en el trato educativo brindado por aquella pareja a su hijo autista. 

Lo que sigue es lo que yo elijo como carta a mostrar en nuestro juego del pensamiento: La madre refería que durante un cierto, y creo que relativamente largo, periodo de tiempo, muy preocupada porque en su hijo todavía no le aparecía el lenguaje, no cesaba de buscar y aplicarle un y otro y más métodos que según rezaban sus defensores habrían de ocasionar la tan deseada aparición. Según relato de la madre hasta que prescindió de todo ello y en su lugar consideró muy de cerca a su hijo en su peculiar manera de ser (no pudiendo ni debiendo ser de otra) y atendió más a sus singulares manifestaciones (en ello también, su singular lenguaje, sus expresiones características, las de su hijo) no hubo progreso en el propio hijo; redundando ello en una mayor riqueza y satisfacciones en las relaciones y manifestaciones en el conjunto de la  familia.

En los bordes de esta carta asoma el adoctrinamiento, ese que solemos ocultar con las buenas intenciones: En este caso inculcar métodos,  seguro que muy adecuados si prescindimos de su inculcación, de su forzada inculcación). Sin embargo lo ocurrido fue que por virtud de la posible libertad humana que aquella familia deseaba y ejerció (supongo que no sin, y no pocas, dificultades) la biografía educativa de aquella madre, de aquel padre y de aquel hijo iban consistiendo en darle oportunos cambios a la enriquecedora -en sentido distinto y mucho más amplio que el habitual de curso legal)- carta que les toco jugar, liberándose en buena medida de lo azaroso, reaccionario y más inconsciente. Redujeron en lo posible la inconsciencia de sí y del vital tema que les toco vivir. Y claro que creo que aquella madre y aquel padre abundaron en asesoramientos que quisieron, aprendieron y supieron aprovechar por sí mismos. Intuyo que de ninguna manera asesoramientos doctrinarios. Éstos se muestran, a tales efectos (los sorprendentement inhabitual, lo escaso, lo distinto o poco frecuentes), del todo inútiles cuando no, lo más corriente, francamente nocivos.

Esta otra carta, la de la singularidad, es la que todos, cada uno, cada cual puede jugar de las muy distintas manera que en la existencia nos sea posible. No seremos autistas, al menos en lo que como tal está laxamente estipulado, no seremos Asperger pero sí somos... lo que cada cual tenga por descubrir y ser para sí y para los y lo otro, no menos distinto que uno mismo. En ello, las singulares e irrepetibles distinciones de cada cual, somos intrínseca y a menudo irreconociblemente, iguales; sí, en estas distinciones que nos caracterizan peculiar y singularmente.. 



Aun tengo por delante un par de cartas por mostrar y así jugarlas. Una mostrará, según yo veo, el aspecto de... no sé... un adoctrinar tal vez anodino, insustancial en su apariencia. La otra tal vez, posiblemente, otro nada insustancial... ya digo, quizás. 

(Hago recordatorio. Me refiero al terreno en el que está libremente instalada nuestra sala de juego. Que aquí es nuestra cabeza y nuestro corazón, es decir nuestro pensar. Estamos sobre el terreno de las posibilidades. Tal vez de algunas posibilidades reales. De esas que apuntan como la flor al fruto, si nada la malbarata.


Espero, con el juego de todas mis cartas, poder llegar a cierto fondo. Sino al fondo del todo por ahora al menos a la bodega encima de la cual estamos físicamente situados. 

Bodega a la que ahora mismo me dispongo a bajar para hacerme con un buen vino para ir degustándolo en próximas jornadas mientras continua nuestra larga partida.

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