ADOCTRINAR (XV)



En la anterior jugada mi amigo J tensó al máximo el arco del pensamiento. Apuntaban sus palabras la sospecha que yo gesto y anido la concepción de una libertad sin límites por la que somos y por la que yo digo cuanto digo en nuestro juego. Y que solo esa clase de libertad sería antídoto que nos vacunaría contra todo posible adoctrinamiento. Y que, por ende, la más mínima alteración negativa, limitante, de tal libertad no podría más que ser por obra y desgracia ocasionada por el adoctrinamiento. Y como tal suerte de libertad, la absoluta, es inexistente, entonces todo cuanto podamos llegar a ser no puede ser más que por la eficiente, incansable y continua puesta en práctica del verbo adoctrinar y ello por un sin fin de ramificaciones y canales ejecutivos gestados y gestionados por algún totalitarismo, cuyo arsenal de recursos es dispuesto para un sin número de situaciones con contenidos moldeadores (estereotipos), como marcas que a nuestro poder ser se irán incrustando en forma de prejuicios. En, con y por los cuales nos producimos y reproducimos con las variantes positivas tan solo externamente, a nuestra persona, permitidas, cuando no directamente marcadas desde allá (algún que otro totalitarismo).

Máxima tensión, la de este pensamiento, que no haría otra cosa que confirmar la escéptica posición de J. A costa, pero, de dejar de considerar, con simultaneidad, el enverso y el reverso de mi anterior movimiento en el juego.

He aquí el enverso:

Adviértase -ya que menudo casi resulta inadvertida por ser encubierta de sutileza y gran disimulo- la sintomática  deflagración de alguna manifestación, que lo fue en su tiempo, de libertad, personal o colectiva. Adviértase mediatamente, dando un rodeo con esfuerzo del querer pensar, pues puede ocurrir que nada sintamos en principio de aquello que ha ocasionado el siniestro de posibilidades y potencialidades humanas. Seguramente que encontraremos algún adoctrinado detonante y detonador de tal devastación.

He aquí el reverso:

¿Qué otra cosa atenta, ahora silenciosamente, contra la libertad? No solamente la destrucción cometida por los regímenes o sistemas totalitarios, que arrasan toda capacidad de formarnos libremente convicciones y demás. Toda capacidad humana, siempre haciéndose, diversificándose, dejando de ser y haciéndose de nuevo… toda capacidad o posibilidad humana tiene su propio enemigo interno, interno a la propia capacidad en sí. La no-capacidad no tiene límites. Las capacidades (siempre dinámicas en el humano), sí. La carencia de límites, de delimitaciones, disuelve, incipiente y persistentemente, como un cáncer, cuanto de lo que uno pueda ser capaz. Y la capacidad siempre dotada de delimitaciones es el reverso indivisible, inseparable, de la libertad, que puede quedar literalmente en nada sin las delimitaciones que la hacen, a la libertad, posible y, sobre todo, factible. Nos queda pues advertida, de la libertada, el componente de las delimitaciones sin las cuales aquella no puede ser. Y esas, las limitaciones, también son objeto de nuestro quehacer.

La escéptica posición (no sabemos si tanbién su manera de percibir y vivir su vida) de J tiene, como todo escepticismo en acción, la virtud y la invitación a apurar el cuenco cuyo contenido sea algún pensamiento, por ver si se percibe algo sustancioso, aún de lo ya previamente cocinado e incluso manido; social y personalmente engullido (lo ya dicho en lugar del decir, diría E. Levinas, me parece) (precocinado, manido, ¿adoctrinado?). Esa es la invitación, acicate, regalo o presente del escepticismo: Que anda siempre cuestionando por ver si en el fondo de nuestras particulares cavidades (capacidades en formación) puede ser que algo sea manifiestamente genuino. O al menos así cabe poderlo recibir.     

El escepticismo de mi amigo J me -y tal vez nos- sitúa en un filo, en un ápice para poder distinguir las nociones, o bien tan vitales o bien tan mortíferas para la libertad; las nociones de limitación y la de límite.. o entre adoctrinar o poderse uno mismo formar, no ya solamente convicciones sino que formarse y formarnos posibles, realizables, relaciones con uno mismo y con otros y ello a partir de lo muy diverso e incluso y sobre todo distinto cuya ojeada libre y atrevida hecha a uno mismo ofrece ya un buen modelo y repertorio (variado, distinto, contradictorio, amable, no amable, encontrado, sorpresivo grata o ingratamente, nada desdeñable, muy desdeñable, deleznable o muy valioso…).


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