ADOCTRINAR XVIII


Conviene tal vez exprimir aún algo más de las primeras partidas jugadas. En realidad no quiero que se trate de varias partidas sino que de una prologada durante jornadas, dispersa entre periodos de silencio de irregular duración dedicados a repostar nuestra reflexión puesta en juego.

Una sola partida, porque pretendemos una conceptualización alrededor de qué cosa sea esa de adoctrinar. Nuestra pretensión se asemeja, tan solo algo, a aquella otra que rondaba, sin lograr hacerse con ello, la cuadratura del círculo.

Jugamos a elaborar, entre jugadas y jugadores particulares, los atributos, las notas, de aquel verbo. 

Los conceptos de cualquier cosa que pueda ser referida por algún nombre sustantivo, e incluso adjetivo, parece que se pueda circunscribir, conceptualizar con relativa facilidad y ser nombrado por alguna de las palabras que heredamos y ya hechas a medida de cada elemento por ellas designadas. Palabras con las que damos cabida y encuadramos a cualquier cosa, al menos el suficiente tiempo o de manera suficiente como para que podamos transferirnos y suscitarnos comunicados y estados de ánimo, internos personales y de circunstancias externas).



Seguramente que cuanto es, todo cuanto es, es (en y ello mismo) un continuo fluir, aunque dándose suficiente distinción, relativa permanencia y, por ahora, sucesivo relevo en ello como para poder atribuir, y atribuirnos, significados. 

Fuera de lo sustantivo (lo relativamente más permanente), me parece aún más difícil cuadrar y circunscribir conceptualmente los vaivenes, sinuosidades, espirales, quebrantos y las interminables fracturas, que se multiplican exponencialmente en aquello designado y representado por palabras como las que hemos anotado con la categoria de verbo; que denotan lo más eminente de cuanto se hace, es y se deshace (fluye), es decir de la acción, la actividad y el movimiento.

Tantas nociones como produjéramos de la palabra con la que estamos jugando (adoctrinar) formarían -y aún de manera transitoria- una, seguramente, mayor aproximación a lo que andamos pensando, buscando. No alcanzaríamos, pero, nunca el límite, ni un relleno completo, perfectamente tupido y redondeado de ese referente que nombramos con la palabra adoctrinar (eso nos lo ha suscitado nuestro escéptico amigo de juego J). No obstante nuestra particular y a la vez común labor de pensarla, de prestarle oídos atentos, no es un esfuerzo, un gran esfuerzo, inútil. Tal vez con ello nos podamos advertir, tal como nos merecemos, es decir con inteligencia, de sus peligrosos referentes, tan devastadores una vez puestos en acto, por las acciones doctrinarias de unos y las inacciones de muy diversa índole de otros. Devastadores de nuestras mejores posibilidades de ser y de ir siendo.


Yo me he valido, para el acercamiento a los escurridizos referentes de la palabra adoctrinar, de otra palabra (así creo que hacemos cuando desconocemos, por ignorancia, el significado de una palabra: nos valemos de otras, conocidas, para alcanzarla y enlazar al significado de algunas otras ya sabidas, y así actualizamos y renovamos saberes de palabras con las que mejor y más percibir cierto pequeño gran trajín de lo existente). La otra palabra fue inculcar, que me ha sido muy válida para desligar (¿deconstruir?) contenidos que de manera nada consciente podemos tener inscritos como favorables a nuestro desarrollo, especialmente el de nuestra sensibilidad (mayor finura para percibir). ¡Recordemos!, podemos inculcar las más nobles o tenidos por más sublimes contenidos, pero si inculcamos, ya adoctrinamos. Y así, con el amplificador de la palabra inculcar, he obtenido una gran amplitud de miras para el conceptos tras el cual andamos. 

Quien pretenda inculcar, aunque ello sea lo más noble de lo más noble así creído o incluso sido, ya adoctrina. En desconsiderar y descuidar la opcionalidad del otro, por recién nacido que sea, y en menospreciar su particular capacidad, que habrá de ser creciente, de darse cuenta por sí mismo y única y exclusivamente por sí mismo de cuanto se le pueda ser presentado... en ello, en ese descuido, en  ese menosprecio, ya se  adoctrina. Es lo generativo de adoctrinar. 


Actitud (la de la atención y la de la consideración, esa de auscultar), siendo también otras cosas, a la que llamamos libertad. En aquella, la actitud, siempre en ciernes (la misma libertad) como siendo, tal actitud su propio continuo y mejorable manantial (el de la libertad) a lo largo de su propio transcurrir. Del transcurrir i diversificacar múltiple en su cauce, cauce que soy yo en cierta medida, no menos que cualquier otro, en quien aquella, la libertad, tiene renovada oportunidad en generarse. 

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