ADOCTRINAR (XX)




De nuevo en la sala de juegos, que en nuestro caso es la relación, por no decir corazón, de lo que cada cual pueda aportar mediante ese medio y acción común que podemos denominar como pensar. Y si se quiere, todo ello en vistas a querer ser, aún de mejor manera (cada cual sabrá si de otra u otras mejores).


Las cartas de mi otro amigo P están todas marcadas. Todas exactamente y de la misma manera marcadas. No podemos por tanto, ni sobre todo tampoco queremos, hacernos trampas. Sabemos que son marcas por lo pensado hasta ahora durante anteriores jornadas ya jugadas, y tal vez por lo que veamos en las futuras. La marca es de agua difícilmente perceptible. Agudizando mucho la mirada (como ese esfuerzo, no del todo frustrado, de quien se las ha de ver con una miopía magna para percibir lo muy menudo o lo muy lejano) la podemos advertir con escasa claridad. Dice así: “convicción”. Lo que puede pasar más desapercibido por lo especialmente tenue de su trazo son las comillas; esas que nosotros ya conocemos, aquí, su función: Hacer referencia a cierto tipo de “convicciones”. A aquellas que ya inculcadas para nada han sido tratadas individual y personalmente por uno mismo. A aquellas especies invasoras que pululan arrasando dentro, las más de las veces ocultas para uno y a la vez no poco patentes para muchos, para otros. Manifiestas como coarción al querer ser de otros, no menos ni más humanos que mi querer ser a mi manera distinta también, es decir, por igual con otros, todos distintos en su ir haciéndose; y convergiendo, como horizonte realmente posible actual no menos que lejano en ese punto del cuadro general que no debería ser, en realidad, punto de fuga y que hemos puesto por nombre humanidad, según el idioma de mi lengua hermana).

Convicción” por inculcación, podemos colegir en el reverso de cada carta de mi amigo P.

Vamos a ver, en las sucesivas jornadas, si alcanzamos a  descubrir lo que hay en sus respectivos anversos, procurando en todo momento atenernos a la condición ética de este juego: No permitirnos otras manipulaciones que las del manejo de las cartas bajo la común inspiración de los argumentos que encontremos o que generemos por el camino en las jugadas que seguirán.

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