ADOCTRINAR (VIII)
Sobre
el tapete, las cartas de mi amigo J.
A saber:
¿Hay
algo en nuestro propio y personal haber, saber o hacer que no se nos haya sido
de alguna manera inculcado por su adecuado cauce el cual no es otro
que el adoctrinamiento?
¿Cuándo
y cómo la oportunidad de otra posibilidad, para cualquier
aprendizaje, que no sea adoctrinamiento venido del exterior a mi o a cualquier otro?
¿Acaso
sería esta posibilidad, distinta del adoctrinamiento, alguna suerte de reminiscencia de un saber
ya...¿cómo?, ¿inculcado en algún cielo de las ideas previamente existente
y, aún antes de nacer tú o yo o cualquier otro, contempladas aquéllas y sacadas ahora a luz
por alguna comadrona sin uso de fórceps alguno y cuya labor fuera continuada por los mejores ayos de pago elevados por y para algún tipo élite?
Y
todavía, a bocajarro, una cuarta carta que al ponerla de cara
muestra estas grafías que ahora tecleo sobre el tablero
de nuestro juego: “Me hablas de convicciones. ¿Acaso no están
hechas todas ellas de la misma sustancia, si es que no son ya la
misma sustancia de cualquier doctrina? ¿No oyes, Joan, como retumban
en este solo vocablo aún si lo dijéramos en singular sonoras a más no poder
las connotaciones de lo permanente, lo invariable, lo férreo, lo
inamovible, lo simepre retornable de la misma manera: lo pensado, sentido y dicho de una vez por todas sin
saber como ha albergado todo en el corazón humano de uno y de muchos, siendo todas estas
connotaciones y aún las que yo y cualquier integrante del juego
pueda añadir sintiendo muchos más matices... no son acaso todas las
connotaciones y referentes posibles y imaginables del término convicción lo
esencial de cualquier doctrina destinada -siendo inmenso y profundo el logro- a
la incrustación de corazones humanos magníficamente decorada tal incrustación de incrustaciones con
los términos enseñanza-aprendizaje y otros tantos del ámbito educativo en su más amplio sentido aunque fraudulento?
Así
las gasta mi amigo J en el juego del pensar intuitivo (si es que en el pensar hubiera también marcas registradas que lo adjetivaran). Con semejantes
cartas no conviene otra cosa que dejarlas en reposo algunas jornadas e iniciar un largo paseo, aún nocturno, al encuentro con el siguiente amanecer.
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