ADOCTRINAR XLII






Sugiero a P que acerque su oído a la palabra cuyo referente motiva y busca las actuales jugadas de nuestro dilatado juego. A esa palabra antes que fuese grafía. Que permanece sonido en las voces cuando la pronuncian y algunos oídos la escuchan. Y aún más, acercando el oído antes de ser, esa palabra, sonido determinado en un código. Antes incluso de ser concepto definido. Acercamiento allá en el tiempo lejano y aquí mismo, ahora; en la permanencia de su génesis. En el propio sentir de ese término, donde las palabras son sentidas cerca, sino en uno mismo, allí donde late no patente lo libremente acogido y anidado (solemos decir, o solíamos, en el corazón). Y aún aquí puesto el oído antes de ser palabra las palabras, ahí donde -ámbito nada geográfico- el sentir clama, sin voz aún, por poder decir de uno mismo no menos que junto con, junto a otros sino con todos. De todo lo cual su etimología es una muleta externa que ayuda, al menos, a poder acercar las cabezas y juntas seguir el rastro que las palabras suscitan hasta acercarnos o llegar al meollo de uno.





Convicción -es esa palabra- acoge dos caudales de sentires palpitantes. Puede ser sentida, esa palabra, como una confluencia de dos subterráneas, y no solo tal, necesidades que a la vez se constituyen en libertad. Una: con, junto y, dos: anhelo necesario de vencer por no sentirnos vencidos, minimizados, reducidos.





Convicción. Con, junta a o también totalidad. Resuena en parte, la segunda, de este vocablo la necesidad de vencer. Necesidad que dada su contraria posibilidad también es libertad. Puede uno sentirse contrariado de esta manera: creerse vencido, conforme, conformado, conformista y, consecuentemente hacer efectiva, para sí, una derrota genética (que genera otras). Pero si así se diera el caso aún permanecería la posibilidad de vencer. Ahora bien, vencer, ¿a qué?, ¿de qué convendría mejor estar con-venciéndose?, ¿cuál el vencimiento a lograr y además juntos y sino todos, al menos muchos?





Jugando, jugando, nosotros - al menos yo – hemos encontrado un frente doble. Dos en uno que mutuamente la mayor parte de las veces, sino siempre, se potencian y que siempre sorprenden, carcomen de improviso estando desprevenidos (a la infancia, dirige máxima atención) de nuestra atención propia y luego, ya disfrazado de “convicción” con toda la pinta de ser propia permanece para el fomento y permanencia de una invalidez… que resultará ser, tal incapacidad, para la formación de convicciones. El vencimiento sería para este doble frente. Vencer sobre él. Éste, el frente inculcación-manipulación.





¿Frente a qué, pues la victoria? Frente a las inculcaciones y frente a ese inmenso, sutil y muy poco consciente fraude que tergiversa el fin que somos subvirtiéndolo en y para la sola utilidad con la que nos pretendemos, desvalorizando, menospreciado nuestra dignidad. Suele estar dirigida, pero, nuestra necesidad y voluntad de vencer, a congéneres para el logro, mediante alguna empresa particular, de beneficios especialmente a los propios participantes. No pocas dosis de “Convicción” (sugestión y autosugestión) requiere tal especie de convencimiento con reforzamiento de sus correspondientes actividades.





Sin embargo nuestro convencimiento puede ser primordialmente otro, siendo dirigido al doble frente de inculcación y manipulación, para disolverlo y estar de, y en, ello más que convencidos vencedores sin ceder, sin cesar. Para lo que se requiere no poca firmeza, resolución… convicción sin entrecomillar. Para aquella “Convicción”, que no puede dejar de afectar personalmente, que busca vencer (sí, incluso por o con alguna “justificación” nobilísima, sublime tal vez, con pretensiones de ser convincente) al semejante, próximo o no, esa “convicción” arraigada y raíz ha de ser la de la “monedarización”. El uso del -y el trato al- otro como beneficio extraído y revertido fuera de él: “me sirves”, “me eres útil”, “solo eso y poco o más bien nada más eres”. “Me eres muy manipulable, si más todavía, mejor, mejor sirves a mis fines”. Fines que en definitiva poco pueden ser los del manipulador siendo él mismo predominantemente instrumento manipulado tomando ocasión, sus desbarajustes personales, el servicio exclusivo a un exclusivo fin. Fin que ha perdido su carácter de medio. La aplicación y empeño en ello a gran escala puede constituir sistema. Ese sistema aquí sospechado. El nuestro totalitario poco perceptible como coercitivo dado el inmenso caudal de paliativos diversos por el mismo sistema suministrados.






https://youtu.be/zGnrtcsbtdA

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