ADOCTRINAR XXXVI







Llegada la noche parece que lo expuesto por P tuvo efectos colaterales al cerrar yo los ojos. Su decir detonó mi imaginación ya medio dormida. Al parecer su escalera se me antojó algo demasiado estático para lo que pretendía representar. A mí me aconteció, por ello, algo puramente mecánico. Acciones, hechas a la fuerza para el movimiento de materiales útiles o a lo sumo divertidos. Sus palabras suscitaron en mí un sinnúmero de norias que tomaban físicamente lugares de esas líneas imaginarias que conocemos como meridianos. Un determinado múltiplo de ellas. También circundaban vertical y máximamente nuestro mundo. Todas giraban en un único sentido, que tan solo el rotar de la Tierra se encargaba de variar continuamente las posiciones aunque también, claro, siempre de la misma manera. El movimiento, con que las cazoletas – unas siete mil millones alrededor del mundo - se balanceaban y ora ascendidas y acto seguido descendidas, era imprimido por un poderoso caudal de fuerzas dispersas que emanaban de un conducto solapadamente uniformado: El excesivamente instintivo del desconocimiento y descuido de sí. Movimiento que era aprovechado por fuerzas mayores en provecho interminablemente insatisfecho, más bien, sobre todo, de sí. Las cazoletas ascendían su agua, la depositaban a las fuerzas mayores que engrosaban su caudal. Luego descendían con más pérdida que ganancias, a pesar de que algunas derramasen.






https://youtu.be/O8SoLzrlwrA

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