ADOCTRINAR XXIX






Manipulación. ¿A qué manipulación nos referimos o a que nos referimos cuando en estas partidas nos referimos a manipulación?





Tengo en mente las objeciones de P. Considero también mis propias sospechas. Su oponente -a la manipulación me refiero- más firme es cualesquiera convicción que lo sea. De las que por ahora tenemos bien poca cosa. Tan solo su vocablo en el transparente anverso de ese tan movedizo ámbito, que suponemos sin cierre alguno, en donde Adoctrinar es, en todas sus diversidades y variantes, la acción y voz cantante fundamental.





Necesitamos para pensar cierta respuesta a la pregunta inicial de esta jugada, algún tipo de totalidad relativa, es decir relativa a nuestros propósitos. Relativa también en el sentido de no conclusa, no con cierre alguno, ni tampoco inamovible y estática; una totalidad sin deje de ningún absolutismo. Buscamos un perfil suficientemente flexible y versátil que acoja cuantas variantes puedan existir y aún generarse más, referidas a nuestras convicciones. Y a la vez tal perfil ha de tener la suficiente estabilidad como para no fluctuar a cada momento. Especialmente, ha de servirnos, para distinguir las “convicciones” que con Adoctrinar o Manipular puedan habérsenos colado, inculcado y alimentado como si de convicciones se tratase. Una cierta totalidad también, pues, en este sentido distintivo, con el que quepa, según el perfil que cada cual pueda formarse, distinguir manipulación de convicción. Es decir buscamos hacernos con ciertas líneas autodidactas -junto con tantas aportaciones como podamos recibir o percibir- con que poder despejarnos aparentes convicciones que puedan ser en realidad no otra cosa que incrustados empecinamientos mediados manipulativamente, jamás pasados, por hora, por el propio y personal tamiz. Y trazos de una cierta totalidad también, en definitiva, para aclararnos si ciertas inculcaciones puedan sernos abordadas y extraídas para propiciar la emergencia de auténticas convicciones. Claro que esto último no puede ser más que desincrustando, mediante personal consideración, adherencias que obstruyan nuestros deseos más inmediatos de lo concreto y precisamente mejor.





Pensar es desincrustar, poner distancia y separación suficiente para poder incrementar, por disolución o anulación de ciertas adhesiones, nuestra libertad en lo que, nocivamente, nos ocupa y obstruye. Nos disponemos, por tanto, entre mi amigo oponente P y yo a detectar ese contorno, sin cierre definitivo, de nuestro tamiz, con el cual poder distinguir.





Que se logre o no pertenece a la intriga de nuestro juego.





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