ADOCTRINAR XXXIV






Entre tramo y tramo de la escalera que mi amigo P va desplegando en el juego hallo yo un rellano en el que puedo cotejar, barajar, considerar, recopilar o reorganizar mis cartas.





Hemos acordado una totalidad provisional a efectos del concepto con el que, dado el abuso verborreico que de manera tan interesada ronda por ahí, queremos atinar aunque solo sea de manera suficiente. Y si ello se lograre entonces que este concepto nos resultase más bien eficiente correría a cargo de la libertad de cada quien, aunque solo fuese para posibilitar la inquietud de querer separar, para el personal concepto de Adoctrinar y su aplicación, el nutricio grano de la paja inculcada (a veces incendiaría, otras haciendo famélica la dignidad de uno).





La totalidad convenida es esa conjunción de medios y fines, que entre unos y otros, incluidos ambos, estos, medios y fines, abarcan cuanto podamos ser cada uno de nosotros que, sin dejar de ser cada cual lo que quiera y pueda, al mismo tiempo tampoco nada seríamos sin medio alguno en y con que sostenernos, sustentarnos, crecer, desarrollarnos, mejorar y progresar (esa objetividad para nada dependiente de nosotros). Manipulado es quien tiene tergiversada y tergiversa la polaridad en esa totalidad, atribuyendo vitalmente al fin que él mismo es no más ni otra cosa que ser, él mismo, mero medio o casi. El manipulador es quien emplea en detrimento de si y de otros casi toda su vida en esa contralabor de tergiversación.





No se puede ser manipulador sin ser al tiempo un manipulado ya bien formado como tal. De ése su estado vital de deformación fundamental y creciente extrae toda su energía y materia prima, básicamente falsedades, oquedades , tenidas y sentidas como verdades firmemente creídas (“convicciones”) como tales por el mismo artífice ejecutante de las mismas ya en el exterior de sí, en el mundo objetivo; fuera de sí, ya operando, para su contralabor ingente o nimia, pero siempre persistente, contumaz, mostrando firmeza y gran seguridad no menos que sagacidad en su invariable sí mismo. Hecho no de otra cosa que de piezas a su vez hechas por las circunstancias o por jefaturas de procedencia instintiva propia y ajena; pero nunca por propia generación e intervención. Siempre y a toda costa mermando sin calcular gastos de sufrimiento ajeno, rellenando sus siempre crecientes oquedades con la dependencia, a él, de los demás.





Han de ser innumerables e innombrables no pocos los campos de contra-acción del manipulado-manipulador o manipulador-manipulado. Esa totalidad a la que nos queremos atener tal vez nos permita intuir esbozos categoriales de esa inacción, la del manipulado, respecto al progreso propiamente humano. Un tipo de manipulado (ya no diremos manipulador, que damos por sentado que no puede no serlo, si manipulado) tiende al absoluto desprecio de todo medio vital y instrumental de otros por ser que ello, ese desprecio,sirve única y exclusivamente a él de inmediato y a sus racionalizaciones, que no razones, justificadoras de su comportamiento, ciertamente del todo inoperante para fines exclusivamente humanitarios (podríamos poner ejemplos concretos de mandatarios de ahora mismo o, tal vez, de algún vecino cercano, pero ni tan siquiera hace falta nombrarlos). Éste tipo, es un superconductor de esa descomunal corriente alterna que circula ora por el manipulador ora por el manipulado en un mismo y nocivo curso y recurso alternador y alterador de medios por fines y de fines por medios llamada Manipulación. Los hay así mismo y en esta misma corriente, negadores teórico-prácticos y muy eficientes de toda finalidad que no sea la que cualquier recurso pueda representar, siempre con drástica omisión teórica y exclusión pragmática de todo fin presupuesto incondicionalmente en la dignidad de cada cual, ese valor de y por sí por nada ni nadie conferido, que supone ser y es cada individuo humano. No más que medio es todo y cualquier cosa incluida la humana, se dice sin cesar el tal tipo manipulado. Y siente profunda y superficialmente (con integridad, pues) que el fin, único y exclusivo, no es otro que su misma aspiración siempre inalcanzable y siempre por él absorbida absorbiendo cuanto y a cuantos pilla por su camino. Yo y no otro, soy el fin, se dice y se muestra a ojos vista con todo lujo de detalles. Aspiración ésta que al ser tantos como él no puede sino que generarse una feroz e insensible competitividad por los medios, por los recursos, nunca por el fin que cada cual es y para quienes todo recurso es. Y en fin, también hallaríamos, engrosando esta corriente, a quien enclaustrado lo más posible en sí mismo y junto con otros no menos enclaustrados que él, aunque todos inconexos entre sí, tratase de reducir a la más absoluta invalidez todo recurso externo a él, oprimiendo así sus potencialidades, concretamente las de servirse de cualquier medio acorde para coadyuvar, de ser preciso, al fin de otro; coadyuvar, en caso de necesidad o deterioro, a la dignidad de otro (que ese es justamente el objeto de nuestra finalidad, nuestro fin en sí mismo valioso).





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