ADOCTRINAR XXV







En la anterior jornada, pasada la medianoche, nos venció el sueño, que sorprendió nuestro estado de vigilia, el más conveniente para la prevención, detección y posterior remedio -no hay ni habrá, pero, vacuna alguna- para el adoctrinamiento que pueda habitarnos (inculcaciones) y el que podamos habitar entre tantos medios a tal fin tan bien dispuestos (manipulaciones). También he de decir que el letargo fue mínimo. Desperezándonos la tímida luz del alba que se filtraba por algunas rendijas reanudamos la partida. De tal manera:





“Pues sabes Joan, -me dijo P- si tal es el panorama que nos queda representado en este tablero, lo mejor fuera abandonar ya la partida; pues, juguemos las cartas que juguemos éstas no pueden ir a parar más que a un terreno o a otro. O a al plano de la inculcación o al de la manipulación. Y dado que ambos comprenden a la acción total y siempre creciente y renovada, nunca abarcada del todo, de adoctrinar, entonces no podemos hacer otra cosa mejor que, cada uno de nosotros tres y en representación de cuantos hayan querido acompañarnos en nuestras jugadas, recoger, los tres, nuestras respectivas cartas. Las que refieren a la inculcación, es decir lo defendido por J (todos estamos adoctrinados y de ello no hay quien ni qué que nos salve de ello), habrán de ser recogidas por él; y todos los palos de que yo dispongo, todos referidos a la manipulación, ya ni tan siquiera hace falta que los ponga a jugar, lo mejor será que los devuelva a su estuche”.





A lo que respondí: “¿Y yo, debo hacer lo mismo con mis cartas?, Mira, a nuestro tablero, que en realidad, como sabes, no es otro que, desplegado, el mantel que envuelve nuestro corazón y pensamiento, hay que darle la vuelta y allegar nuestro oído a su reverso; aún más inmenso, si cabe, que el anverso mostrado solo en parte, ya que se pierde en lo abierto. En esta otra cara, ¿qué crees tu que habría de aparecer? Si más no al menos una inscripción, tal vez tenue como una marca de agua y de no darle cuidado deleble como una marca de estilete en la arena lamida por las ondas marinas. Una inscripción tan solo. Grafías de un vocablo que habría de poder ser referido a tantas veces como múltiplos, sentimientos y pensamientos, de cuantos humanos habitamos la Tierra y ello mientras dure la sucesión de generaciones. Oirás suave, a veces firme a veces vacilante, el susurro del término aquí, en la otra cara de nuestro tablero que ahora vamos a darle la vuelta, ese: Convicción, que juntas y por advenir, nuestras y solo nuestras convicciones, son, todas, toda otra cosa, encontradas, que adoctrinar. ¿ Te parece todavía que debemos concluir nuestro juego?”.





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